Este artículo se publicó originalmente el 10 de noviembre de 2023.
Traducido por José M. Hernández Lagunes
Los Rangers están celebrando el primer campeonato de Serie Mundial en su historia por varias razones. Por las actuaciones decisivas de Nate Eovaldi y Jordan Montgomery durante toda la postemporada. Por las buenas rachas de José Leclerc y Josh Sborz, aparentemente los dos únicos brazos fiables en un bullpen de lo más inestable. Por las actuaciones decisivas en el relevo largo de Jon Gray; la lista sigue y sigue—todos los campeones tienen una lista así. Pero no se puede dudar de la fuerza impulsora detrás de este título de Texas: su alineación increíblemente profunda y productiva, una que no tenía agujeros desde el primer bate Marcus Semien hasta el noveno, Leody Taveras.
La alineación que robó más titulares durante la temporada regular jugó en el Truist Park de Atlanta, y fue bastante fácil señalar lo que los Braves hicieron bien: 307 cuadrangulares hablan por sí solos. Aunque Texas cuenta con bateadores capaces de alcanzar un poder increíble—Corey Seager, Adolis García, Mitch Garver y Ezequiel Durán se encontraron en el 20% de los mejores bateadores de la Liga con una velocidad de salida del 90%, con Nathaniel Lowe no mucho más atrás—su alineación fue capaz de machacar a los lanzadores con algo más que fuerza bruta. La lección que podemos aprender de los campeones de este año es que, a la hora de confeccionar una alineación ganadora de Serie Mundial, resulta útil que casi todos los bateadores de la plantilla posean un conocimiento avanzado de la zona, la cuenta de lanzamientos y la forma de aprovechar ambas cosas para conseguir picheos con los que puedan hacer daño.
La interacción de esas habilidades se materializa en formas a veces difíciles de rastrear utilizando métricas públicas. Un análisis típico de la disciplina en el plato de un bateador comenzaría con su índice de persecución (o porcentaje de O-Swing), que mide la frecuencia con la que amplían la zona, es decir, abanican a lanzamientos que no deberían. Es la métrica más utilizada para analizar el enfoque de un bateador; Juan Soto lidera la Liga en esta área año tras año, mientras que Javier Báez se encuentra entre los peores, como cabría esperar. Los Rangers, dependiendo de la página web que utilices, generalmente se clasifican como uno de los equipos más disciplinados de la Liga en cuanto al índice de persecución. Fueron los cuartos mejores según PitchInfo, los sextos según Statcast y los quintos según Sports Info Solutions (cada sitio define los límites de la zona de strike a su manera, lo que provoca las diferencias entre estas métricas que cuantifican lo mismo).
El porcentaje de persecución, con todos sus méritos, no cuenta toda la historia. A pesar de una relación aparentemente intuitiva con la calidad del contacto—los lanzamientos más alejados de la zona son más difíciles de conectar—no tiene mucha relación estadística con ninguna de las medidas de potencia más ubicuas. Por ejemplo, con el slugging aislado (ISO)—la diferencia entre el porcentaje de slugging de un jugador y el promedio de bateo, representando efectivamente la habilidad de “hits extra base” de un jugador—la tasa de persecución tiene una correlación bastante débil (r de -.105 para 2020-2023). En cambio, tiene una relación mucho más cercana con la tasa de caminatas de un jugador (r de -.79 con BB%). No mide la capacidad de un bateador para reconocer los lanzamientos que puede batear, sino que cuantifica el conocimiento de la zona por parte de un jugador. Las habilidades están relacionadas, pero no son lo mismo.
Por ejemplo, Corey Seager, ahora dos veces Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, tiene posiblemente el enfoque más puro del juego para un bateador. Eso se refleja no en su índice de persecución—que es más o menos el promedio de la Liga—sino en su agresividad con los lanzamientos en la zona en relación con ese índice de persecución. Seager se encuentra habitualmente entre los líderes de la Liga en el índice de swing en la zona (Z-Swing) menos el índice de persecución (O-Swing), también conocido como Z-O Swing. Mi colega de BP Jarrett Seidler lo describió así:
Seager hace swing a una cantidad excepcionalmente alta de lanzamientos en la zona, como básicamente los mejores de la liga, mientras que también tiene una tasa de persecución promedio de la liga; esta es una combinación muy inusual.
Mientras que el ratio Z-O Swing de Seager cuantifica claramente alguna habilidad excepcional que parece poseer, la adición de la tasa de swing de zona sólo eleva la correlación con el ISO a un .253 r. Sin embargo, la mejora insinúa cómo deberíamos pensar sobre las decisiones de swing. Lo importante de los lanzamientos a los que Seager batea no es que sean strikes. Es que son bateables, independientemente de bolas y strikes, debido a su ubicación. Dejar que un lanzamiento bateable caiga en la zona frecuentemente conduce a peores resultados en el camino para un bateador. La clave para tomar cualquier decisión es sopesar los beneficios de una acción frente al coste de la inacción. En el caso de Seager, la ecuación es sencilla: si puede batear, lo hace, y si no puede, no lo hace. No está esperando un lanzamiento específico que puede que nunca llegue, sino sólo el primero que pueda dañar. De este modo, nunca cede el control de sus bateos al lanzador. Los lanzadores pueden esconder sus bolas rápidas de los bateadores que las cazan, pero no pueden quedarse fuera de la zona por completo si quieren seguir en el partido mucho tiempo.
Con esto en mente, quería medir el costo-beneficio de cada posible decisión que puede tomar un bateador de una forma que fuera más relevante estadísticamente que el Z-O Swing. El resumen de ese proceso: miré todos los lanzamientos desde 2020 y encontré el valor de carrera promedio de un swing y una toma en cada combinación de conteo y ubicación alrededor del plato. Ponderé cada uno de esos valores por la probabilidad de un strike cantado, para que los bordes de la zona reflejaran la naturaleza 50/50 de esas llamadas, luego encontré la diferencia entre los dos para mostrar el “valor” total que estaba en juego. Desglosado por swings y no-swings, el resultado es el siguiente (swings a la izquierda, no-swings a la derecha, el color de los puntos representa el cambio de valor):
Viendo sólo los swings, obtenemos esto cuando separamos la cuenta al momento del lanzamiento:
Lo que esto muestra es que con dos strikes, un bateador siempre debería abanicar a cualquier lanzamiento con una probabilidad razonablemente alta de ser cantando strike, lo que tiene un sentido intuitivo. También penaliza con mayor severidad a los jugadores que abanican fuera de la zona cuando se les va a conceder una base por bolas, y recompensa a los jugadores que abanican a lanzamientos en el corazón de la zona en casi cualquier conteo. Es importante destacar que la penalización por ser demasiado agresivo al principio de una aparición es sustancialmente menor que más tarde en la misma, incentivando los swings tempranos—siendo razonables—a menos que un bateador pueda manejar con confianza una cuenta de dos strikes.
Utilizando estos deltas entre los valores medios de un swing y un no-swing, podemos calificar sucintamente las decisiones de swing de un jugador observando si sumaron o restaron a su valor esperado en cada lanzamiento. Lo haremos en la segunda parte el lunes.
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